Los grandes hombres no son grandes a todas horas ni en todas las cosas.
No es bueno que los hombres sepan hasta que punto somos buenos.
Cada hombre lleva un fantasma de mujer, no en la imaginación que entonces sería fácil de expulsarle; sino circulando en su sangre, y cada mujer un fantasma más o menos concreto de hombre.
Ser hombre es ya por sí mismo una circunstancia atenuante.
Lo único malo de los hombres es que no los tengo siempre cerca de mi.
Casi todos los hombres ganan al ser conocidos.
El hombre dotado de inteligencia puede con el don de saber que posee, conseguir la capacidad necesaria para toda la técnica y destreza artística.
La sensibilidad del hombre se ve rota cuando el destino determina su locura.
Muchos hombres habrían sido sabios si no hubieran creído demasiado pronto que ya lo eran.
Muy pocos grandes hombres proceden de un ambiente fácil.