Virtuosa cosa es perdonar a quien se arrepiente.
Indaga en tu corazón en busca de las injusticias que aun recordando, perdónalas y deja que se vayan.
No hace falta saber cómo perdonar. Basta estar dispuesto a hacerlo, del cómo ya se ocupará el universo.
Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más.
Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar.
Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta.
Si realmente queremos amar, tenemos que aprender a perdonar.