Cuando veáis a un hombre sabio, pensad en igualar sus virtudes. Cuando veáis un hombre desprovisto de virtud, examinaos vosotros mismos.
Un hombre de virtuosas palabras no es siempre un hombre virtuoso.
La virtud no habita en la soledad: debe tener vecinos.
El lenguaje artificioso y la conducta aduladora rara vez acompañan a la virtud.
Un hombre sin virtud no puede morar mucho tiempo en la adversidad, ni tampoco en la felicidad; pero el hombre virtuoso descansa en la virtud, y el hombre sabio la ambiciona.
Sólo el virtuoso es competente para amar u odiar a los hombres.
La virtud no consiste en abstenerse del vicio, sino en no desearlo.
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